Un año nuevo más frío
- Aztlán
- 4 dic 2018
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 6 dic 2018
Mi hermana y yo regresábamos de hacer las últimas compras para la cena de año nuevo, era una de las noches más frías de la semana pero aún así nos detuvimos frente a la casa que nos había tomado horas adornar para admirar el esfuerzo de ambas, luciendo hacia la calle.
Entre risas decidimos meternos; esquivando seis perros que no dejaban de saltar de emoción, metimos los víveres para así acomodar todo en su respectivo lugar en la cocina.
Nos dedicamos un par de horas más a terminar de cocinar y limpiar la casa para que al volver nuestros padres se sorprendieran al ver que todo estaba listo para tener una bella y tranquila cena familiar.
Al pasar la tarde noche nos preocupamos que no llegaran y sobre todo que no avisaran en dónde estaban. Decidimos esperar un rato más y mejor ver una película. Pasaron casi treinta minutos y preferí levantarme del sillón para tomar el teléfono y llamar a mis padres, lo que fue innecesario porque justo en ese momento iban entrando a la casa. Se escuchó cómo se abría la primer puerta entre gritos y llantos. Entra la llave a la segunda puerta y las voces se escuchaban más fuertes, al igual que los latidos de mi corazón que sentía cómo retumbaban de mi pecho a mis oídos.
Entre gritos, quejas y groserías escuchaba a mi madre reclamarle algo a mi padre, por un segundo no entendí absolutamente nada ya que era como estar dentro de una burbuja que no me permitía entender una oración completa. Conseguí reunir palabras en mi cabeza y formar una idea de lo que sucedía. Mi madre se quejaba de un amorío que mi padre tenía con otra mujer.
En el momento sólo sentía las miradas de mi hermana que trataba de decirme algo, recuerdo perfectamente cómo empecé a llorar, ni siquiera por la situación en sí, sino por la decepción que de nuevo aquejaba las celebraciones familiares.
En el momento que me dí cuenta que nadie prestaba atención, tomé una chamarra, mis llaves y mi teléfono; pensaba en salir corriendo de mi casa pero no pude dar más de cien pasos cuando comencé a llorar, volteaba a mi alrededor viendo cómo las personas cenaban con sus familiares y amigos, se abrazaban y celebraban.
En ese momento me hice a la idea de que la fiesta de año nuevo no volvería a ser lo mismo para mí.
Terminé en un parque cercano a mi casa, adornado con luces brillantes, oía gritos de felicidad y conteos regresivos. Me encontraba en el escenario más irónico del momento para lo que me estaba sucediendo pero aún así decidí recibir el año nuevo balanceándome en un columpio tratando de conservar la calma.
Por Montse López
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